Traducción:

Traducció sanefa

Un modo óptimo de leer, versos y prosa. «Rumoroso silencio…» semejante al del poema del mismo título, incluido en el apartado «Poemas». Ante determinada obra, un poema un texto en foránea impone el deseo, la necesidad de traducirlo.

En Enrique Badosa primero fue el «rumoroso silencio…» del poema que el de la traducción, pero ambos sentidos desde los años universitarios y desde entonces siempre constantes.

Trabajo tan necesario y personal como el del poema, lo firma igual que obra propia, puesto que lo comparte con el autor.

Partir del texto emisor. No traducir la versión de un primer traductor. No traducir el poema que sólo se conoce por la versión de un traductor que sí conoce tal lengua.

Obviamente, la traducción será imposible si se pretende que la versión equivalga exactamente —fondo y forma— al original: la posible equivalencia se consigue mediante la versión literal, servicial, no servil. Del mismo modo que el poema puede dar el equivalente emocional del pensamiento —Eliot—, la traducción sea el más posible equivalente emocional del poema vertido.

Equivalencia de difícil, pero no imposible, logro.

Fidelidad literal: respetar la integridad del texto; hacerlo puede facilitar el resultado de verter una obra de arte en otra obra de arte.

 

¿Rima? Pocas veces aconsejable por poco posible. Por lo general, verso blanco.

¿Métrica? Verso libre o verso medido, según cada poema. Todo siempre en busca del esencial ritmo sin el que no hay ni poema original ni traducido.

¿Ética del traductor? El poeta fallecido no puede oponerse a una mala traducción: hay que respetar rigurosamente su obra.

El poeta contemporáneo tampoco puede verificar siempre cómo se le traduce. Igual máximo respeto.

La buena, por fiel y bella, traducción, enriquece la literatura del país a cuya lengua se traduce; y asimismo a toda la literatura.

Enrique Badosa cree que falta una antología comparada de buenas traducciones…